“Solo sé que
no sé nada y, al saber que no sé nada, algo sé; porque sé que no sé nada”. (Atribuido
a Sócrates)
¡Qué listo
éste Sócrates! ¡Cuánta razón tenía! ¡Claro! siempre y cuando las frases que
escribió Platón, fueran realmente dichas por él.
Sea como
fuere, parece ser que se nos adelantó en el tiempo. ¡Y de qué manera! Qué lejanas quedan
ahora, aquellas “orejas de burro” que usaban nuestros antiguos profesores como
castigo, por no saber memorizar en retahíla, la lista de los reyes godos.
Sí, todo
cambia, y ahora hasta podemos admitir abiertamente nuestra ignorancia, y además
nos solidarizamos, porque sabemos que cualquier información la tenemos acumulada a tocar de un clic.
La falta de
retentiva mental ya no se toma como una debilidad en los países donde priman
las nuevas tecnologías. Es más, incluso se tolera, porque somos conscientes que hoy
por hoy, sería imposible almacenar en nuestras cabezas tal cantidad de información.
Para eso tenemos nuestros dispositivos electrónicos que a modo de vademécum virtual,
nos ofrece miles y miles de listados procesados.
Sí, es cierto
que estas herramientas pueden facilitarnos el entendimiento, pero ¿cómo usarlas
y sacarles todo su potencial cuándo quienes han de usarlas se sienten como “Compusaurios”
devoradores de tizas, lapicero y papel?
“Solo sé que
no sé nada…” es la frase que a veces se nos viene al pensamiento, cuando empezamos a hablar de la complejidad de las escrituras
hipertextuales y sus incertezas. No obstante, tranquiliza leer que por más que indagues
y busques el conocimiento perfecto es pura quimera, pues parece ser, que a la verdad no llegamos, tan solo podemos
aproximarnos.
En este
sentido, parece haber quedado demostrado que la falta de saber puede actuar de resorte,
y servirnos de aliciente para indagar en los océanos de la información, transportándonos a
través de sus múltiples conexiones hipertextuales, y facilitándonos de esta forma el camino hacia
el conocimiento deseado, al tiempo que nos ofrece la posibilidad de compartir, realizar, y transformar cualquier
tipo de acción y corrección de forma casi inmediata.
Así y
teniendo en cuenta el carácter transdisciplinar, y circular de la
hipertextualidad, un nuevo paradigma de enseñanza se vislumbra en el horizonte.
Sin embargo, pese a la globalidad que dicen existe en el planeta, todavía hay quienes no pueden acceder al mundo de las tecnologías
virtuales. Con lo cual, siempre existirá la frontera entre los que poseen exceso de información, y quienes ni siquiera tendrán la posibilidad de interactuar con su destello.
¡Seguimos leyéndonos!
¡Seguimos leyéndonos!
Comparteixo la teva visió de l'escletxa tecnològica, molt encertada la teva darrera frase, directament relacionada també amb el tema de la fam: "hi ha mig món que té més menjar que gana i altre mig món que té més gana que menjar". Només cal substituir menjar per informació...
ResponderEliminarSí, son los extremos del egoísmo, y a lo que estamos acostumbrados. O todo negro, o todo blanco, los matices que pueden aportar armonía solemos dejarlos a un lado…
ResponderEliminarEls "extrems de l'egoïsme", molt encertada la teva frase. Si, no solem deixar fàcilment (ans el contrari, ens aferrem amb dents i ungles) tot allò que ja tenim i n'estem acostumats.
EliminarMolt bo el vídeo i, malhuradament, molt real.
ResponderEliminarAquesta reflexió l'he anat pensat al llarg de les lectures que ens ha proposat en Joan. Vas llegint les excelències de l'hipertext i de la seva facilitat per estar connectat amb tot el món. Però, quin món????? Serà la part de món occidental i la no-occidental-amb-recursos.
Tenir ordinador, portàtil, tablet o un simple mòbil no és a l'abast de tothom.
Després, t'ha d'arribar la línia de telèfon a casa teva i pagar una tarifa que s'incrementa si hi vols wi-fi, i a més velocitat, més pagues.
I, bé, no és posem les mans al cap, si no arriba la línia de telèfon sempre hi ha el servei per satèl.lit. Això sí, pagant.